miércoles, 8 de noviembre de 2017

EN EL PALMARÉS DE LOS BUENOS


EN EL PALMARÉS DE LOS BUENOS



Y en esto llegó Rajoy de donde fuera, y dijo “aplíquese el 155”, y el 155 se aplicó, y le fué preguntado “¿cómo?” y contestó, muy acertadamente, que ya se iría viendo; y ante la apertura de posibilidades que tal respuesta abría, la parte de los profesionales de los medios de comunicación que dan la cara, periodistas y opinadores de lo más diverso comenzaron a ganarse el pan con sus elucubracione, con el mismo hambre con el que unos gamines mordisqueaban un hueso, fémur de caballo, en un chaflán en el centro de Bogotá, eso lo he visto yo, con los conocidos que si se trataba de una aplicación blanda, que dura, que blandiblue que tal para cual, lechuga y tacataca, quizá sin caer en la cuenta, o queriendo orillarlo, que lo que el 155 implica es una declaración de estado de excepción, ese sí, verdaderamente soft, no sometido a los requisitos estrictos que regulan esa situación, y fiarlo, con buen sentido, a que salga cara, es decir, a que se obedezca lo que se diga, de manera que se eviten males mayores. 

 

Traca, traca, marinero, han empezado los medios a vender el optimismo: que si esto ya estaba encarrilado, que la mitad de Cataluña por fin había decidido lanzarse a la calle, que si tal, que si cual. Un optimismo por completo irresponsable pero muy comprensible, al fin y al cabo no se podía empezar la campaña dándose por vencido y diciendo que las fuerzas contrarias no darían una paliza electoral a las independentistas. Eso era entregar la victoria antes de dar la batalla; no podía hacerse. Pero los motivos para el optimismo no existían, al fin y al cabo si lo que se dice es cierto, la sociedad catalana aparece dividida más o menos en mitad y mitad, con lo que es seguro que, gane quien gane, el conflicto va a seguir.



Los catalanes nacionalistas y republicanos han sido, en el fondo, entre otras características negativas, bastante egoístas porque ha resultado ser que han querido traer la república, únicamente, a Cataluña, dejándonos a los demás bajo la monarquía parlamentaria, y eso no puede ser. Algo han debido hacer rematadamente mal como para que yo no apoye la república en Cataluña, y los catalanes deben de comprender que la única posibilidad realista de lograr algo parecido a lo que han querido conseguir es luchar con el resto de España para instaurar, en toda ella, una república federal. Y ellos pueden decir, imagino a Tardá diciendo, “pero es que sois la hostia, no os movéis nada”. Y es verdad. Pero, así son las cosas y hay que participar para intentar cambiarlas en el conjunto; porque, además la declaración de una república en Cataluña, dejándonos al resto con la monarquía, lo que pone en serio peligro es la democracia en España, que, a pesar de ser una pobre democracia, es mejor que nada, y en nada, literalmente en nada, quedaría con una exitosa Cataluña república independiente ( independiente de qué, de quién ). Y no hay que olvidar que si vivimos en una realidad llena de engaños y mentiras, tan ampliamente difundidas y compartidas que la mentira tiende a ser verdad, la verdad a resultar difícilmente creíble, y la mentira y la verdad tan parecidas una a la otra que no hay quien las distinga, a los catalanes que querían la independencia de Cataluña también les han engañado como a chinos, es un decir, es un mal decir, y desde luego no es un decir actualizado, pero que valga ahora, cuando les contaron los independentistas que se han llevado el gato al agua, que las empresas, las empresas más representativas de Cataluña, no escaparían a toda velocidad, en cuanto se produjeran las, digamos “previsiones sucesorias”, en cuanto se declarara la república, y harían bien, aquellos que optaron por esa opción, en examinar el hecho y pedir algún tipo de responsabilidad a sus autores.



Pero estábamos en el optimismo periodístico de que ya las fuerzas del bien habían despertado; y en esto se puso a trabajar la justicia, y, oye, tío, que ná, que va el Puigdemón ese y se larga, y entonces los medios ponen el grito en el cielo, fingiéndose pura ingenuidad, que qué cobardía, dejar aquí a una parte del gobierno y marchar a tierra ignota. Cobarde, cobarde cobarde. Pero luego resulta que la ciega, y a veces fiera, justicia, encarcela a los que se han quedado en suelo patrio, prisión provisional, y comienza a perseguir internacionalmente a la cabeza del invento. Y la cabeza, que usa para pensar y no solo para sujetar su pelo, resulta que esta logrando meter a España en sus relaciones con Cataluña en la agenda viva de la Unión Europea. De seguro que a todos cuantos vagan por esos valles y espesuras plantados por las mano del amado, encargados de defender que sigamos siendo menores de edad permanentes, les habría parecido mejor que la cabeza de Puigdemón y todo su serrano cuerpo fuera también carne de prisión preventiva. Pero no, está fuera, defendiendo su posición política y obligando a pronunciare sobre la situación a cada vez más sujetos políticos; lo que digan es lo de menos, a favor o en contra, eso da igual, el caso es que está en campaña electoral, y la va ganando porque no se deja de hablar de la situación creada. Y es de señalar que no miente cuando dice que en las manifestaciones de apoyo a las fuerzas políticas, vamos a llamarlas constitucionalistas, bajo la bandera española había una notable representación de fascistas y extrema derecha. El hecho es que no se puede sacar la bandera de España a circular sin que aparezca la extrema derecha y la haga suya, de manera que acaban manifestándose juntos miembros representantes del PSOE y de estos grupos. De las relaciones de estos grupos con el PP, solo diré que parecen tener cierta... simbiosis.



Y el señor Puigdemón, muy en su papel, como es lógico que esté, va y con toda la cara y todo la pelambre, denuncia hechos que podrían sacar los colores a una democracia virginal y tan superferolítica, pero bastante pueblerina, entre otras características, como la que tenemos; y entonces al establecimiento se le ocurre ir a noséqué organismos internacionales que miden con una regla pautada la posición exacta que ocupamos en el campo los buenos, y va y resulta que vamos muy adelantados. Pues mira qué bien, aunque propongo que sobre la calidad de la democracia en España sean preguntados miembros de ese 25 % de la población del país que, según dicen los que se encargan de investigar estas cosas, están en riego de exclusión. 



Me interesan sus respuestas, porque las fuerzas llamadas por el establecimiento “antisistema” se deben de nutrir de gentes pertenecientes a ese sector, y es un sector en crecimiento. No se va a poder orillar la cuestión de si la declaración de independencia de Cataluña no tendrá que ver con defectos estructurales de la democracia en España, y que hay que atreverse a analizarlos, porque no va a servir de nada colocarse una venda en las entendederas políticas para hacer como que no se ve lo que es ya evidente para una parte considerable de la población. Y el sindicato de agraviados por esta democracia tan bien situada en el palmarés de los buenos sigue creciendo. 

 


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