EN
EL PALMARÉS DE LOS BUENOS
Y
en esto llegó Rajoy de donde fuera, y dijo “aplíquese el 155”,
y el 155 se aplicó, y le fué preguntado “¿cómo?” y contestó,
muy acertadamente, que ya se iría viendo; y ante la apertura de
posibilidades que tal respuesta abría, la parte de los
profesionales de los medios de comunicación que dan la cara,
periodistas y opinadores de lo más diverso comenzaron a ganarse el
pan con sus elucubracione, con el mismo hambre con el que unos
gamines mordisqueaban un hueso, fémur de caballo, en un chaflán en
el centro de Bogotá, eso lo he visto yo, con los conocidos que si se
trataba de una aplicación blanda, que dura, que blandiblue que tal
para cual, lechuga y tacataca, quizá sin caer en la cuenta, o
queriendo orillarlo, que lo que el 155 implica es una declaración de
estado de excepción, ese sí, verdaderamente soft, no sometido a los
requisitos estrictos que regulan esa situación, y fiarlo, con buen
sentido, a que salga cara, es decir, a que se obedezca lo que se
diga, de manera que se eviten males mayores.
Traca,
traca, marinero, han empezado los medios a vender el optimismo: que
si esto ya estaba encarrilado, que la mitad de Cataluña por fin
había decidido lanzarse a la calle, que si tal, que si cual. Un
optimismo por completo irresponsable pero muy comprensible, al fin y
al cabo no se podía empezar la campaña dándose por vencido y
diciendo que las fuerzas contrarias no darían una paliza electoral a
las independentistas. Eso era entregar la victoria antes de dar la
batalla; no podía hacerse. Pero los motivos para el optimismo no
existían, al fin y al cabo si lo que se dice es cierto, la sociedad
catalana aparece dividida más o menos en mitad y mitad, con lo que
es seguro que, gane quien gane, el conflicto va a seguir.
Los
catalanes nacionalistas y republicanos han sido, en el fondo, entre
otras características negativas, bastante egoístas porque ha
resultado ser que han querido traer la república, únicamente, a
Cataluña, dejándonos a los demás bajo la monarquía parlamentaria,
y eso no puede ser. Algo han debido hacer rematadamente mal como para
que yo no apoye la república en Cataluña, y los catalanes deben de
comprender que la única posibilidad realista de lograr algo parecido
a lo que han querido conseguir es luchar con el resto de España para
instaurar, en toda ella, una república federal. Y ellos pueden
decir, imagino a Tardá diciendo, “pero es que sois la hostia, no
os movéis nada”. Y es verdad. Pero, así son las cosas y hay que
participar para intentar cambiarlas en el conjunto; porque, además
la declaración de una república en Cataluña, dejándonos al resto
con la monarquía, lo que pone en serio peligro es la democracia en
España, que, a pesar de ser una pobre democracia, es mejor que nada,
y en nada, literalmente en nada, quedaría con una exitosa Cataluña
república independiente ( independiente de qué, de quién ). Y no
hay que olvidar que si vivimos en una realidad llena de engaños y
mentiras, tan ampliamente difundidas y compartidas que la mentira
tiende a ser verdad, la verdad a resultar difícilmente creíble, y
la mentira y la verdad tan parecidas una a la otra que no hay quien
las distinga, a los catalanes que querían la independencia de
Cataluña también les han engañado como a chinos, es un decir, es
un mal decir, y desde luego no es un decir actualizado, pero que
valga ahora, cuando les contaron los independentistas que se han
llevado el gato al agua, que las empresas, las empresas más
representativas de Cataluña, no escaparían a toda velocidad, en
cuanto se produjeran las, digamos “previsiones sucesorias”, en
cuanto se declarara la república, y harían bien, aquellos que
optaron por esa opción, en examinar el hecho y pedir algún tipo de
responsabilidad a sus autores.
Pero
estábamos en el optimismo periodístico de que ya las fuerzas del
bien habían despertado; y en esto se puso a trabajar la justicia, y,
oye, tío, que ná, que va el Puigdemón ese y se larga, y entonces
los medios ponen el grito en el cielo, fingiéndose pura ingenuidad,
que qué cobardía, dejar aquí a una parte del gobierno y marchar a
tierra ignota. Cobarde, cobarde cobarde. Pero luego resulta que la
ciega, y a veces fiera, justicia, encarcela a los que se han quedado
en suelo patrio, prisión provisional, y comienza a perseguir
internacionalmente a la cabeza del invento. Y la cabeza, que usa para
pensar y no solo para sujetar su pelo, resulta que esta logrando
meter a España en sus relaciones con Cataluña en la agenda viva de
la Unión Europea. De seguro que a todos cuantos vagan por esos
valles y espesuras plantados por las mano del amado, encargados de
defender que sigamos siendo menores de edad permanentes, les habría
parecido mejor que la cabeza de Puigdemón y todo su serrano cuerpo
fuera también carne de prisión preventiva. Pero no, está fuera,
defendiendo su posición política y obligando a pronunciare sobre la
situación a cada vez más sujetos políticos; lo que digan es lo de
menos, a favor o en contra, eso da igual, el caso es que está en
campaña electoral, y la va ganando porque no se deja de hablar de la
situación creada. Y es de señalar que no miente cuando dice que en
las manifestaciones de apoyo a las fuerzas políticas, vamos a
llamarlas constitucionalistas, bajo la bandera española había una
notable representación de fascistas y extrema derecha. El hecho es
que no se puede sacar la bandera de España a circular sin que
aparezca la extrema derecha y la haga suya, de manera que acaban
manifestándose juntos miembros representantes del PSOE y de estos
grupos. De las relaciones de estos grupos con el PP, solo diré que
parecen tener cierta... simbiosis.
Y
el señor Puigdemón, muy en su papel, como es lógico que esté, va
y con toda la cara y todo la pelambre, denuncia hechos que podrían
sacar los colores a una democracia virginal y tan superferolítica,
pero bastante pueblerina, entre otras características, como la que
tenemos; y entonces al establecimiento se le ocurre ir a noséqué
organismos internacionales que miden con una regla pautada la
posición exacta que ocupamos en el campo los buenos, y va y resulta
que vamos muy adelantados. Pues mira qué bien, aunque propongo que
sobre la calidad de la democracia en España sean preguntados
miembros de ese 25 % de la población del país que, según dicen los
que se encargan de investigar estas cosas, están en riego de
exclusión.
Me interesan sus respuestas, porque las fuerzas llamadas
por el establecimiento “antisistema” se deben de nutrir de gentes
pertenecientes a ese sector, y es un sector en crecimiento. No se va
a poder orillar la cuestión de si la declaración de independencia
de Cataluña no tendrá que ver con defectos estructurales de la
democracia en España, y que hay que atreverse a analizarlos, porque
no va a servir de nada colocarse una venda en las entendederas
políticas para hacer como que no se ve lo que es ya evidente para
una parte considerable de la población. Y el sindicato de agraviados
por esta democracia tan bien situada en el palmarés de los buenos
sigue creciendo.