ENGAÑÁDNOS, ENGAÑADNOS,
ENGAÑÁDNOS
La
gente pide a gritos ser engañada, y el sistema global se lo
proporciona, el engaño, de manera industrial y abundante; el engaño
se ha convertido en el producto más vendido en los grandes almacenes
de la realidad, en algo tan enorme que ya no es mentira, el engaño
es la nueva verdad; la gente ha llegado a pensar, sin darse cuenta,
que la máxima que sirve es “el engaño os hará libres”, y hay
que preservar la libertad como valor supremo, así que puesto que la
verdad crea una gran inseguridad, actuemos como si fuera, sin más,
enemiga de la vida.
Esto no es nuevo, y no sucede solo aquí, ya que
en el hoy no podría suceder solo en un lugar; puesto que la
producción, el consumo y las finanzas son globales, es necesario que
el peligro inducido por la verdad también se sienta así, que
combatir tal enfermedad sea generalmente sentida, y que, encontrada
la solución médica adecuada, se la apliquen a todos en todos los
lugares por igual, no sea que estalle en algún sitio la realidad y
corra como un reguero de pólvora por el resto de la globalidad
autosatisfecha.
No
son solo los los estadiuns los que aúllan con el goal: engañadnos,
engañadnos, engañadnos; llega hasta las fruterías, los puestos de
castañas; anega todo lo humano, hasta pararse en la vida animal;
cierto silencio allí, en aquella frontera, tan convencional como
cualquiera y más que algunas otras, da un noséqué de paz. Pero
dentro ha empezado a reinar la Inquisición, de nuevo, producto no
tan viejo, no tan lejano, no tan circunscrito a un territorio
determinado, salvo por el nombre, pero no por los fines, no por los
métodos, no por los miedos que trata de ocultar.
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