DIVISIÓN
DEL TRABAJO EN LA UE Y SITUACIÓN DE ESPAÑA
España
no es libre de elegir su propio sistema de desarrollo; no es libre de elegir
hacia dónde quiere ir, más allá de los compromisos que ha asumido por su
pertenencia a la UE y a la Eurozona. Los compromisos a los que se ve abocada
van, en los hechos mucho más allá, de lo que dicen los acuerdos firmados, independientemente
de que algunos de esos acuerdos se alcanzaron como consecuencia de haber sido
rechazado algo semejante por diversos pueblo europeos, mediante referéndum.
La
integración europea supone un nuevo reparto del trabajo entre sus miembros, y
por lo tanto la tendencia a evitar la competencia de todos ellos por los mismos
mercados y con los mismos productos. En un mundo ideal, esta redistribución se
haría teniendo en cuenta las ventajas competitivas, y todos saldrían ganando,
pero nuestro mundo no es ideal, y habrá perdedores. Si todo sigue como hasta
ahora, un perdedor neto claro va a ser España. Y la responsabilidad de eso es
de su mala cabeza, de su mala dirección política y de una clase dominante
económica por completo alejada de la clase dominante económica a nivel de la
UE.
La
enorme estafa que ha supuesto la entrega de fondos por parte de los bancos
alemanes a los bancos españoles para tener medio de alimentar la burbuja
inmobiliaria, y para ver cómo se desmoronaba en su momento, ha servido y va a
servir, para, en esta nueva división del trabajo a nivel de la Unión europea,
dirigir a España hacia unas actividades económicas que eviten a otros países
entrar en competencia con sus empresas por sus diversos mercados, y cuando
logren hacerlo lo harán como filiales de otras empresas nacionales de Estados
hegemónicos de la UE, a las cuales ha beneficiado el timo del tocomocho de la
financiación de la burbuja.
La
única manera de evitar que este plan diseñado mucho mas allá de nuestras
frontera tenga todo el éxito que está teniendo, es la renegociación de la deuda,
pero esa renegociación ha de ir acompañada de la necesaria novación de nuestra
clase política y emprearial. No merecen salvarse por lo traidores que han sido,
y sería del género estúpido arrostrar los peligros de reestructurar la deuda, y
salvar a los sectores políticos y empresariales que lo han hecho necesario.