TRUMP
Y LEVI STRAUSS
Llevamos
tiempo lamentidisfrutando de las ocurrencias del actual presidente de
Estados Unidos de América, tan innovador de los comportamientos
políticos tradicionales pero en un sentido que, no obstante haber
sido tan denostados, nos los hace añorar, hasta que hace unos días
nos ha más que sorprendido al haber dado doctrina desde el púlpito
de su alta magistratura indicando que si cierta luz era buena para
combatir en la superficie de las cosas la vida del coronavirus, así
como ciertos productos de limpieza lo eran también, pues porque no
habrían de serlo, esos productos mediante una inyección, y esa luz,
mediante el aumento de su potencia hasta que entrara en los tejidos,
para combatir tan terrible enemigo, de la humanidad y del América
primero otra vez.
No
hay que descartar que el bárbaro avance de las ciencias permitan en
el futuro combatir los virus mediante la inyección de un chute en
correcta dosis de Mister Proper en el cuerpo del doliente paciente,
pero, mientras avance tan descomunal no llegue, bien se puede
considerar por muchos que la idea del señor Trump la genera, en
este caso como en otros anteriores, la enorme ignorancia de la
mayoría de las cosas sobre las que se pronuncia, casi como
convencido por la vía de los hechos, sin maduración teórica
alguna, de que el que tiene el poder en sus manos lleva las riendas
para la orientación del discurso político, por lo que puede decir
cualquier cosa, seguro de la verdad de aquella regla doble que dice,
en su primer artículo, “el jefe siempre tiene razón”, y en el
siguiente, que, “cuando no la tenga se aplicará el anterior
artículo”. En eso sigue punto por punto lo que decía Alicia,
aquella del País de las Maravillas, quien, recién llegada ya sabía
que lo que había que saber en el lugar desconocido era quién tenía
el poder.
Mientras
ese momento llega, si es que llega, lo que yo avanzo es que el
pensamiento de Trump da la razón a Lévi-Strauss, cuando en su obra
El Pensamiento Salvaje demuestra que los primitivos son perfectamente
capaces de tener un pensamiento desinteresado, y desinteresada hay
que considerar la aportación del presidente de EEUU a la ciencia
cuando sugiere aumentar la potencia de la luz o un chute de Fairi en
vena para combatir el Covid19; pero es que, además, el hecho de
tener los pueblos primitivos un pensamiento que visto desde aquí
puede calificarse de precintifico no autoriza en modo alguno a dejar
de considerar que entre el llamado pensamiento mágico y la ciencia
hay una separación tan radical e insalvable como se ha entendido,
por ejemplo por Fracer; muy al contrario ese pensamiento primitivo no
estaba completamente ausente de categorización y ordenación de la
naturaleza, igual que hace la ciencia de hoy, la diferencia se
encuentra en los elementos de esa categorización y en los fines.
Eso
es lo que puede haberle pasado al señor presidente de los Estados
Unidos, que su pensamiento primitivo no es mágico, y por ello
absente de cualquier posible acercamiento metodológico capaz de
integrarlo en lo que actualmente llamamos ciencia; lo que pasa es que
su categorización resulta para la antropología actual, un misterio.
Pero... seguiremos trabajando en ello.